En sus distintas apariciones, siempre escuetas pues acaba muriendo, se nos presenta como una persona distinta, camaleónica. Pero nada más alejado de la realidad, el chino Cudeiro siempre es el mismo. Su espíritu se reencarna en distintos cuerpos que no tienen ninguna gracia hasta que se vuelven importantes al acoger dentro de ellos el alma de este gran personaje que a lo único que aspira es a poder terminar una prueba del concurso sin morir en el intento.
Ya me imagino a San Pedro allá en las puertas del cielo:
-Otra vez aquí Sr. Cudeiro…No se cuantas veces más voy a poder enviarle a la tierra…
-Por favor San Pedro, esta vez será la última, ¡seguro que está vez lo consigo!
-Siempre me dices lo mismo…
Hemos de alabar al chino Cudeiro, y no solo por que nos haga gracia o nos transmita ternura, sino por que también es una fuente de inspiración y es ejemplo de un mensaje claro: Si queréis algo luchad por ello, intentadlo hasta la saciedad y poned todo vuestro empeño.
Chino Cudeiro…lo conseguirás algún día…
En la imagen el chino Cudeiro instantes antes de pegarse una ostia fina mandarina en todo el hocico con una de las “zamburguesas”. Obviamente instantes después falleció a consecuencia del impacto.
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