
Al rato aquello no paraba de sonar, así que me armé de valor y me levanté para aclarar el misterio. Lentamente me planté en mitad del recibidor con los oídos bien abiertos para ver de donde provenía el molesto ruido. Las pistas me condujeron al balcón de mi casa y allí estaba yo, sin sombrero de gangster de los 60, sin una pistola en mi pantalón de pijama, pero con mucho valor para descubrir el enigma nocturno.
Resultó que una esquina del toldo se había soltado, y con el aire golpeaba la mampara del balcón. Hice un apaño y con la sensación del deber cumplido y una satisfacción personal inmensa me encaminé de nuevo a mi cama sintiéndome como el gran Sherlock Holmes.
Me acosté de nuevo para disfrutar de las horas de sueño que me quedaban por delante sabiendo que había devuelto la paz a casa, a pesar de que al parecer yo era el único que había escuchado aquel molesto ruidillo.
(BASADO EN HECHOS REALES)
No hay comentarios:
Publicar un comentario