martes, 16 de diciembre de 2008

Breve historia del origen de los dinosaurios

Cuando Dios tiró por su retrete celestial aquella mascota no pensó que acabaría del aquel modo. Dios es bueno (por lo general) y misericordioso, Dios es bondadoso y generoso, pero lo que Dios no puede soportar son las cagadas en la alfombra y sus zapatillas de andar por casa mordisqueadas y llenas de babas ajenas.
La mascota en sí la había creado un día que comía espinacas y le pareció que el color verde era un color lo bastante molón para crear una nueva criatura. La hizo dura para que no le pasara nada si la pisaba al levantarse en mitad de la noche para ir al baño, y la hizo con muchos dientes por si alguien trataba de robarle, aunque en realidad, no existía nadie más.
La mascota era graciosa, pero empezó a crecer y a hacer cosas que no debía y Dios se dio cuenta que al dotarla de libre albedrío ahora no podía simplemente matarla, pues el error estaba en su diseño inicial. Arrojó al animal por el retrete para que este, si era capaz, sobreviviera por sus medios: “Que te mate el universo, no yo”.
La mascota flotó por el espacio que Dios había creado hacía ya varios miles de años atrás con la termomix, hasta que atraída por un campo gravitacional empezó a dirigirse a un planeta cercano con mucho agua. Una vez allí la mascota se sintió sola y mirando al cielo lanzó una plegaria interior para que su antiguo amo y creador le ayudara en algo. Dios se sintió todopoderoso e importante y le creó y envió una pareja de su misma especie.
De vez en cuando Dios miró para ver que hacían sus criaturas y un buen día descubrió, para su contento, que estas habían procreado y dado lugar a nuevas especies de distintas formas, tamaños y colores. Dios cogió aquel planeta y lo puso sobre el armario de su comedor, ahora Dios tenía una pecera para entretenerse.
Un buen día Dios regresó de un viaje en que había estado añadiendo un par de pinceladas al universo; un agujero negro aquí, un anillo allá, una nebulosa detrás de un cuerpo celeste…y vio con horror como sus criaturas se habían salido del camino divino; se atacaban unos a otros, cometían adulterio, defecaban donde les venía bien, no iban a misa los domingos y no hacían nada parecido a adorarle. Se habían salido tanto de su plan que Dios se enfadó y agarró el cenicero de la mesa y lo arrojó contra el planeta. El cenicero se encendió por la fricción y la fuerza con que fue lanzado y cuando se estrelló contra el planeta levantó una nube de polvo y ceniza que acabó por matar a todas las criaturas. Dios no se entristeció y pensó que el próximo ser que crearía sería mejor.
Pero tras unos miles de años más Dios tuvo que tirar a la basura sus nuevos esbozos y proyectos, pues de la riqueza del propio planeta ya comenzaban a nacer nuevas criaturas.


En imagen el último superviviente de la primera creación de Dios.

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