sábado, 5 de julio de 2008

Una sí, una no

Caminado por la calle me crucé con una buena pu
eblerina que sujetaba en su brazo una ces
ta que tenia unos melones grandes como balones.
Me acerqué hacia ella con una sonrisa y
alargué la mano para palpar aquella maravilla de la naturaleza
que sin duda cultivaba en su propia huerta.
-¡Quien pudiera comerlos cada día!
Comenté para alabar su trabajo.
-Por un precio módico comerá cuanto usted quiera.
Saqué unas pocas monedas y
llevé la mirada al
bolsillo para comprar el
jugoso manjar que ahora ella sostenía en su mano.
Sin perder un segundo
saboree con deleite lo ofrecido y
descubrí que era tan dulce que
me temblaron las piernas
nunca había sentido nada igual.
Y es que ya se sabe que la fu
erza de la naturaleza enga
lana
nuestros sentidos
,seamos de pueblo o de ciudad,
su maravillosa sencillez
a todos nos arrastra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo lo que quiero es que hagas una oda al palotismo en chavales que se pasean por la playa en slip, y que se traen algo entre manos. . .